Ayer me llamó Antonio.
-Ginés, ¿donde quedamos?. Voy hacia Murcia y te llevo mi libro de poemas. Acaba de salir de imprenta.
Quedamos en vernos en una cafetería, cerca de mi trabajo. Dentro se estaba bien y nos sentamos. Sobre la mesa estaba su libro, "Los demás días".
Ambos mirábamos el libro, el primero de Antonio; un libro que, como escribe Paco Domene en el prólogo,
hace treinta años que empezó a escribir.
Ambos mirábamos el libro, y luego nos mirábamos, y mirábamos el libro, y bebíamos, y mirábamos las nubes que anunciaban tormenta.
El libro tenía piés y se fué, como hacen los buenos libros de poemas. Siempre nos abandonan.
Allí quedamos los dos, abandonados en la mesa de aquel bar, huérfanos del libro y de la belleza de sus poemas, mirando la mesa vacía, una mesa tal vez salida de un cuadro de Bonnard, con la luz de la infancia y las copas vacías y el mar roto en la ausencia.
Gracias, Antonio, por tu libro.
Un libro, una cafetería, buena lectura.... me recuerda a mis mejores tardes de invierno.
ResponderEliminarFelicidades a los dos, a él por el libro y a ti por esta entrada.
Saludos, Ginés.