viernes, 18 de noviembre de 2011

Como el Jerez que el huesped deja en la copa

COMO EL JEREZ QUE EL HUESPED
DEJA EN LA COPA



Para mí Granada estaba dividida en círculos o departamentos marcados por la magia, y por la música. Mi casa estaba en el círculo marino, donde había un mar secreto y un puerto fantasma anclado en la memoria. Luego estaba el círculo del Este, que se extendía desde la esquina de Mesones, donde un día estuvieron las bodegas Muñoz, y abarcaba la Placeta de Trinidad, donde vi por última vez a Charly, de negro siempre, rubio como el amanecer; también la Placeta de Bibarrambla, a donde daban pisos de más de cien años, con estanterías pobladas de libros magníficos. Pero era desde la Catedral, y siempre en busca de la Alhambra, desde donde se extendía el círculo de fuego. En ese círculo habitaban los seres más extraños, el alma de Francisco, con quien a veces me crucé cuando regresaba bebido y roto, la risa de Paco León, o Ricardo, el poeta de los ojos de lluvia, que nos leyó poemas de aquella extraña que siempre regresará el uno de mayo; las gafas negras ocultando las lágrimas, la risa, todo cuanto pudiera delatarla.
Habitaban en ese círculo los otros, seres de otra dimensión que a veces dibujaban en el suelo, a cambio de unas monedas. O poetas como Antonio Enrique, que nos observaba desde la oscuridad, tras un visillo hostil que se movía al pasar.

Su libro “El poema de la Alhambra” abarcaba toda la lucidez y también el espacio más cerrado del círculo. Su poesía describía ese círculo, toda la magia que cabía en él, sus límites, sus formas. Un día el poeta nos llevó, siguiendo las orillas del Dauro, no la carrera del Dauro, sino la otra orilla, a una casa cerrada como tantas, tras cuyos muros podíamos admirar el esplendor de años pasados, una casa con jardín, cerrada. En esa casa, nos comentó el poeta, vivió Casio, compañero de estudios de Federico García Lorca. Muchas veces recorrió el poeta de Fuente Vaqueros estas cuestas, llamó a la vieja cancela, inamovible hoy. ¿Veis aquella ventana altísima? Había un piano en ese cuarto, y el poeta lo tocaba, derramando las notas, Hayd, Mozart, Chopin, por el aire, incluso por el agua, que se las llevaba consigo, hacia el Genil.
Granada es una ciudad con música. Suena la música en el aire, en las cosas, en la mirada de los niños y en los ojos de las jóvenes que bajan a Granada, desde el Albaicín.................


Ginés Sánchez García
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