miércoles, 13 de noviembre de 2013

Mi amigo Antonio García Soler

Hoy hace veinte años que nos conocimos. Cuando me acerqué a él y le saludé, creo que sintió como si le asaltara, como si quisiera robarle. Quiso ofrecerme dinero; pero yo le conocía, sabía de él, había leído sus poemas. Sonrió y se le cayó al suelo una sonrisa hecha de recuerdos confusos o de restos de la noche. Los años han pasado; pero queda en nosotros el asombro, la música que nos conmueve aún. Como ese gesto de Antonio cuando sostiene una taza de te en la mano y recuerda, a veces con lágrimas, transmitiendo el dolor y su pulso, las palabras que no tienen memoria, que al caer se hacen añicos. Es entonces cuando uno pone el corazón sobre la mesa, como una carta que llevábamos en la manga y en secreto, y nos delata, pero nos hace ganar; y luego nos vamos cantando en la noche fría, tropezando en todas y cada una de las esquinas o del amanecer, tomándonos la penúltima siempre, esquivando a la muerte, porque la muerte es sólo el final de una canción.

2 comentarios:

  1. Pasear de la mano de un amigo por la calle del pasado..., no hay distancia, ni tiempo perdido, porque será cómo si siempre hubiera estado allí.
    Momento incomparable Ginés.
    Te felicito por ese encuentro.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Te conocí cuando tenía 18 años y aprendí a amar tus poemas llenos de melancolía.
    Han pasado los años y aunque la distancia es casi la misma, seguimos unidos por algo que no sé que es, pero creo que es mágico.
    Ahora tus pinturas me emocionan y lo que escribes inundan mi alma de alegría y de comunión contigo.
    Sigue pintando amigo, creo que llegaras muy alto
    Un abrazo muy fuerte
    maribel

    ResponderEliminar