martes, 11 de diciembre de 2012

Los pintores buscaban sus modelos en las noches del Trópico


-No me mires así. Me intimidas demasiado, me desnudas, a pesar de estar ya desnuda frente a ti –
            Ella posaba para él, desnuda. Cada pincelada era una herida, también una caricia. Pero la miraba de una forma; y ella se sentía incómoda. Él la abrazaba, la apretaba contra su pecho, la sentaba en sus pies como si quisiera pesar o medir su cuerpo (la tristeza de los recuerdos de su cuerpo, porque ella recordaba mientras posaba para él, y pensaba en su país, en Nicaragua)
            Rubén Darío amó esos muslos, los inmortalizó; a pesar de ser ambos de distintas épocas. Los pintores buscaban sus modelos en las noches del Trópico, en las páginas de Beadelaire. Buscaban en cada expresión el dolor y la soledad, el miedo en la piel, y también la angustia. Buscaban la línea de Júpiter y el desfiladero roto de las caderas. Buscaban, en definitiva, la esencia del fado, el papel aún no escrito del músico y el sudor agrio del atleta; para luego, como una masa, extender toda esa rabia, amasar toda esa angustia, dibujar la gran ausencia.

1 comentario:

  1. Plasmar lo encontrado, ya sea en lienzo o en papel, deleitarse con ello, revivirlo, inmortalizarlo...
    Interesante tu entrada, Ginés.
    Un saludo.

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