miércoles, 6 de febrero de 2013

En la piel del mandril

Cuando hace unos años escribí mi primer libro en prosa,  "Asa de una jarra en forma de íbice", y titulé uno de sus ensayos o relatos como "La edad de Mozart" o "La piel del mandril", no imaginaba que un día yo mismo me vería perdido entre mis cuadros, inmerso en el trabajo, en mi taller, con mis sueños y los dedos manchados de color, tarareando tal vez una canción lejana, o próxima, de esas cuya letra ignoramos pero cuyo ritmo nos acompaña, como cuando éramos niños y jugábamos.
Me veía perdido entre mis cuadros como los pintores a los que admiraba (Paul Cézanne, Amadeo Modigliani, Matisse, Renoir, Picasso, Goya) y de los que hablo en esa prosa.
Siempre llevé la pintura dentro, calladamente.
Unos años después escribía mi primera novela, "Caricias y hospedaje", ambientada en la costa almeriense, concretamente en San José y sus playas,  y en sus páginas daba vida a unos personajes extraños, entre ellos a una pintora cubana, que es la principal narradora de la historia; y es como si yo me hubiese metido dentro de su piel, con sus sentimientos, sus dudas, su dolor.



1 comentario:

  1. Cuántas pieles necesarias para llegar a descubrirse; aunque lo importante es habitar en cada una mientras se hace el camino. Y compartir, para que los demás podamos disfrutarlo. Gracias poeta, o pintor; mas (más) siempre amigo.

    ResponderEliminar