viernes, 9 de marzo de 2012

Mi madre (otoño de 2008)

Rosas. Rosas amarillas. Pongo ese ramo de rosas en las manos de mi madre, y le cojo las manos para sentir el mar.
Hay un bronce del escultor Kollwitz, "El lamento por Barlach", en el que veo reflejado el rostro de mi madre. Oigo su corazón latir, su corazón tan claro y limpio, roto, doblado como un paño. Y oigo su voz, ya casi temblorosa y frágil, suave como un atardecer, pequeña y redonda como una gota de lluvia.
Con la mano izquierda se cubre los ojos. Y con la mano derecha sujeta la mano izquierda, como si se le fuera a caer.
Apenas puede andar, tenerse en pié, e incluso sonreir; pero hoy he conseguido sacarle de dentro una sonrisa. Hemos hablado de todo, de cosas sin importancia y de cosas importantes, la lluvia, el mar o las rosas. Me las ofrece. Me ofrece las rosas que yo le he traído.

1 comentario:

  1. Que bonito! A ver si trabajamos un cuadro que tenga inspiración en un texto tuyo. Este por ejemplo está muy bien, a mi personalmente me inspira mucho. Un saludo y felicidades por las entradas!

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